La palabra Hidra, que significa agua en griego antiguo, evoca simultáneamente dos imágenes contras- tantes: una isla idílica en el Mar Egeo, cuyo nombre proviene de los numerosos manantiales de agua en la isla, y la Hidra de Lerna, la monstruosa serpiente de nueve cabezas asesinada por Heracles como uno de sus doce trabajos.
Hidra es también el título de esta exposición, que presenta una serie de pinturas recientes de Mariana Bunimov. Como la antigua palabra griega, las pinturas de Bunimov evocan una serie de imágenes idílicas y monstruosas al mismo tiempo. La palabra hidra hoy en día también denota un mal que se multiplica y no puede ser erradicado de una sola vez,1 metáfora que parece habitar muchas de las pinturas de esta exposición y que alude a los múltiples “males” que asedian nuestro mundo contemporáneo, desde las desastrosas consecuencias del calentamiento global a la guerra y las migraciones. Un vistazo rápido a los titulares de las noticias de este año arroja un raudal de desastres provocados por el hombre, todos acompañados por un inventario interminable de imágenes que circulan en la web y las redes sociales; incendios forestales que azotan diferentes partes del mundo alimentados por el aumento constante de las temperaturas; corrupción, políticas económicas fallidas y guerras que llevan a poblaciones enteras hacia un éxodo involuntario; barcos de inmigrantes zozobrando en el mar, y un largo etc.
Bunimov extrae deliberadamente muchas de sus imágenes de los medios de comunicación, quizás lla- mando la atención a la anestesia producida por su circulación masiva y su ubicuidad. No hay más que buscar en las imágenes de Google incendios forestales en Grecia, bombardeos en Gaza o barcos de inmigrantes zozobrando en el Mediterráneo para acceder a una amplia gama de miniaturas, archivos jpg de baja resolución y archivos GIF. Éstas son lo que Hito Steyerl ha descrito acertadamente como “imágenes pobres” los “condenados de la pantalla.”2 Una “imagen pobre” es “una copia en movimiento, su calidad es mala, su resolución deficiente. A medida que acelera, se deteriora. Es el fantasma de una imagen, una vista previa, una miniatura, una idea errante, una imagen itinerante distribuida gratuitamen- te… comprimida, reproducida… remezclada… copiada y pegada en otros canales de distribución.”3 Las imágenes pobres son, para Steyerl, el resultado de un “aplanamiento del contenido visual” lo cual “las ubica dentro de un giro informativo general, dentro de economías de conocimiento que arrancan las imágenes y sus leyendas fuera de contexto y las llevan al remolino de la desterritorialización capitalista permanente.”4 Bunimov sustrae las imágenes de este remolino y las detiene. Luego procede a transfor- marlas en visiones extrañas que les restituyen la fuerza de la que han sido despojadas.”
Esta transformación de la imagen no radica sólo en el ámbito de la capacidad de la imagen de retratar una realidad sino más bien en su carácter fantasmagórico, su poder onírico y la riqueza de imágenes y pensamientos que puede suscitar. La embarcación migrante flotando en el mar, a punto de volcar, deja de representar esa realidad y a través de las pinceladas y líneas obsesivas de la artista, sus ocupantes se funden con el mar; la embarcación se convierte en una cuña naranja clavada en las olas.
Del mismo modo, la imagen de los restos carbonizados de un bosque en medio del incendio forestal, Fuegos (Mirando al sol), evoca otras imágenes y paisajes. Incluso la pintura de una explosión, que lleva un título literal, Explosión (Gaza), si bien nos devuelve a la realidad específica a la que alude, amplía su rango de referencialidad para incluir no sólo a Gaza, sino también a Alepo, Damasco, y Kiev, transmitien- do además una sensación de violencia absoluta. Otras pinturas como Cargo Crucero, Drones (Xul Solar), aíslan las realidades de nuestro mundo contemporáneo consignándolas a un paisaje mental onírico.
La idea y la imagen del mar prevalecen en muchas de estas pinturas, algunas de las cuales, de hecho, fueron realizadas en Hidra durante una temporada que el artista pasó allí. En las pinturas de Bunimov, el mar envuelve el árido paisaje de la isla, casas, barcos, embarcaciones, y se fusiona con el cielo. El mar también evoca la idea del viaje, como indica el título del cuadro del barco de migrantes, Viaje. Si bien el viaje puede ser el de un retorno, a la patria, a casa, también puede ser, como el viaje de los migrantes, uno de éxodo y desarraigo, hacia aguas y territorios desconocidos. Las pinturas de Bunimov se centran en la ambivalencia del viaje; no percibimos un sentido de dirección, sólo movimiento, un deambular constante.
Sin embargo, como parecen señalar otras pinturas en esta exposición –Lugar, The Distance you put between, Casa (Hydra), Velero y Flores—es quizás en esta idea de hogar, de la domesticidad, donde encontramos un sentido de dirección para este viaje, el de un retorno a casa. El hogar y el universo do- méstico son presencias constantes en el repertorio de imágenes y objetos de Bunimov. Casas, cocinas, salones, camas, juguetes, electrodomésticos, muebles aparecen repetidamente en sus pinturas, objetos, vídeos e instalaciones. Su relación con lo familiar está mediada por lo no familiar, lo que Sigmund Freud definió como das unheimliche.5 Freud describió esta sensación como esa “forma de lo aterrador que se remonta a lo que alguna vez fue bien conocido y familiar durante mucho tiempo”6, lo que implica algún tipo de tránsito, partida y retorno, en el tiempo, en el espacio y en el lenguaje. La raíz etimológica de la palabra es heim, hogar, como en heimat (patria), como en heimlich (familiar), y Freud de hecho nos presenta un extenso análisis de los matices etimológicos y semánticos de la palabra heimlich que lo lleva a concluir que “lo siniestro (das Unheimliche) es de alguna manera una forma de lo familiar”, que resulta del proceso en el que heimlich se vuelve “cada vez más ambivalente, hasta que finalmente se fusiona con su propio antónimo”13. Los objetos, instalaciones y pinturas de Bunimov, en este caso particular, convocan esa condición de familiaridad/extrañamiento propia del unheimlich, toman lo familiar y lo transforman en algo extraño, como lo sugiere el juego entre los títulos y las imágenes que parecen representar; Casa (Hidra) es una vivienda en medio del océano, sin tierra que la sustente; Lugar, es un conjunto de casas de las que brotan raíces, unidas entre sí por escaleras y líneas, sugiriendo una especie de mapa de idas y venidas entre hogares, experiencias de desarraigo, deambulación y exilio. Un mapa mental que nos remite al viaje de la artista, un viaje de la mente que busca, como Odiseo, volver a casa.
Julieta González
Del mismo modo, la imagen de los restos carbonizados de un bosque en medio del incendio forestal, Fuegos (Mirando al sol), evoca otras imágenes y paisajes. Incluso la pintura de una explosión, que lleva un título literal, Explosión (Gaza), si bien nos devuelve a la realidad específica a la que alude, amplía su rango de referencialidad para incluir no sólo a Gaza, sino también a Alepo, Damasco, y Kiev, transmitien- do además una sensación de violencia absoluta. Otras pinturas como Cargo Crucero, Drones (Xul Solar), aíslan las realidades de nuestro mundo contemporáneo consignándolas a un paisaje mental onírico.
La idea y la imagen del mar prevalecen en muchas de estas pinturas, algunas de las cuales, de hecho, fueron realizadas en Hidra durante una temporada que el artista pasó allí. En las pinturas de Bunimov, el mar envuelve el árido paisaje de la isla, casas, barcos, embarcaciones, y se fusiona con el cielo. El mar también evoca la idea del viaje, como indica el título del cuadro del barco de migrantes, Viaje. Si bien el viaje puede ser el de un retorno, a la patria, a casa, también puede ser, como el viaje de los migrantes, uno de éxodo y desarraigo, hacia aguas y territorios desconocidos. Las pinturas de Bunimov se centran en la ambivalencia del viaje; no percibimos un sentido de dirección, sólo movimiento, un deambular constante.
Sin embargo, como parecen señalar otras pinturas en esta exposición –Lugar, The Distance you put between, Casa (Hydra), Velero y Flores—es quizás en esta idea de hogar, de la domesticidad, donde encontramos un sentido de dirección para este viaje, el de un retorno a casa. El hogar y el universo do- méstico son presencias constantes en el repertorio de imágenes y objetos de Bunimov. Casas, cocinas, salones, camas, juguetes, electrodomésticos, muebles aparecen repetidamente en sus pinturas, objetos, vídeos e instalaciones. Su relación con lo familiar está mediada por lo no familiar, lo que Sigmund Freud definió como das unheimliche.5 Freud describió esta sensación como esa “forma de lo aterrador que se remonta a lo que alguna vez fue bien conocido y familiar durante mucho tiempo”6, lo que implica algún tipo de tránsito, partida y retorno, en el tiempo, en el espacio y en el lenguaje. La raíz etimológica de la palabra es heim, hogar, como en heimat (patria), como en heimlich (familiar), y Freud de hecho nos presenta un extenso análisis de los matices etimológicos y semánticos de la palabra heimlich que lo lleva a concluir que “lo siniestro (das Unheimliche) es de alguna manera una forma de lo familiar”, que resulta del proceso en el que heimlich se vuelve “cada vez más ambivalente, hasta que finalmente se fusiona con su propio antónimo”13. Los objetos, instalaciones y pinturas de Bunimov, en este caso particular, convocan esa condición de familiaridad/extrañamiento propia del unheimlich, toman lo familiar y lo transforman en algo extraño, como lo sugiere el juego entre los títulos y las imágenes que parecen representar; Casa (Hidra) es una vivienda en medio del océano, sin tierra que la sustente; Lugar, es un conjunto de casas de las que brotan raíces, unidas entre sí por escaleras y líneas, sugiriendo una especie de mapa de idas y venidas entre hogares, experiencias de desarraigo, deambulación y exilio. Un mapa mental que nos remite al viaje de la artista, un viaje de la mente que busca, como Odiseo, volver a casa.
Julieta González